¡Hola, Virginia! Quería contarte que anoche me quedé hasta las 2 de la mañana leyendo tu libro. No pude dejar de leerlo hasta el final. Increíble todo lo que te va pasando en el cuerpo y en la mente con ésta historia. Me trajo mil recuerdos de mi infancia y además es imposible no sentir la frescura y la inocencia de esas niñas. La verdad que hacía mucho mucho que no me enganchaba con un libro como me enganché con este. ¡Espero con ansias el próximo libro!

Querida Virginia: ¡ya lo tengo conmigo! ¡Me lo devoré anoche!!!❤ Me quedé boquiabierta con el final...Qué historia maravillosa, atrapante, fresca por momentos y con sus "sombras" por otros... Me transporté al sitio donde viven los personajes, pude percibir sus matices...cómo evolucionan a lo largo de la historia.¡Por supuesto que lo voy a volver a leer! Ahora lo está disfrutando mi Mamá. Gracias por tu arte.

“Dos muchachas con vidas paralelas, intensos recorridos, emociones que ponen a prueba la capacidad de sortear la adversidad (…). Con momentos dramáticos, de incertidumbre y perplejidad frente a lo inesperado. Relato límpido e inquietante.”

“Muriel y los peces” logra acunar al lector y, a la manera de una ola calma en el mar, mecerlo en las páginas del libro sin ningún esfuerzo. En el fluir de las palabras está dibujada la infancia de las protagonistas y la añoranza de lo perdido. La soledad y el amor, la incertidumbre y el descubrimiento. La ternura pero también lo inquietante de la prosa de Beccaría hacen carne en la melancolía, en el deseo de un pasado lejano que no permite vivir el presente.

Hola Virginia, buen día. Te cuento que estuve en la presentación de tu libro en La Vigil. Anoche inicié la lectura y me desvele con la historia. Me levanté más temprano hoy para poder terminarla. Tuve una sensación de deseo de saber más y a la vez que no se termine. Hace un rato finalicé la lectura, gracias por compartir esta maravillosa historia. Me llevó a muchos lugares, a viajes, recuerdos, vivencias. Me sentí parte de la historia. Pude sentir el olor de la tarde cuando el rocío humedece la tierra. Pude escuchar la oscuridad y los bichitos que caminan sobre el cuerpo. Me sumergí en mi propio monte y fui monte. Fui parte de cada angustia, cada dolor y cada ausencia. Gracias por eso. Quiero seguir leyéndote y no dejes nunca de escribir. Gracias por compartirte entre palabras. Abrazos, Ivana.